Que el deporte es beneficioso para la salud mental y física es incuestionable desde la antigüedad. En el artículo 43 de la Constitución Española se reconoce su práctica como un derecho vinculado a la protección de la salud, y se establecen los deberes de los poderes públicos al respecto.
Sin embargo, los beneficios de cada práctica deportiva varían según el contexto y las etapas de desarrollo de cada indivíduo. Por ejemplo, es bien sabido que los deportes de equipo tienen una gran influencia y resultan de apoyo minimizando crisis durante la adolescencia, periodo en el que las personas sufrimos la transición a adulto, con el desarrollo de la identidad junto al sentimiento de pertenencia.
Los efectos sobre la salud física y mental de la actividad física están relacionados y se retroalimentan. Los niveles excesivos de estrés perjudican al rendimiento del sistema inmune reduciendo nuestra capacidad defensiva. La segregación y reducción de ciertas hormonas con el deporte reduce el estrés psicológico. Al mismo tiempo, su acción sobre el metabolismo de las grasas, la mejora del torrente sanguíneo y circulación de células inmunitarias para la vigilancia y la defensa, el aumento de la capacidad aeróbica, la eliminación de bacterias de los pulmones y vías respiratorias, la elevación de la temperatura que ayuda a la lucha contra las bacterias etc. son los principales efectos beneficiosos.
Igualmente, el exceso de ejercicio físico puede resultar contraproducente disminuyendo la capacidad de nuestro sistema inmunitario si no aplicamos medidas de recuperación adecuadas como el descanso, ropa adecuada a la temperatura y la alimentación acordes a cada caso.
Sin embargo, el deporte al aire libre ofrece muchas más ventajas que las atribuibles a cualquier tipo de actividad física general:
La principal fuente de vitamina D para lo humanos es aquella producida endógenamente gracias a la exposición al Sol.